viernes, 5 de enero de 2007

Animalario

Durante los meses que llevamos de viaje nos hemos cruzado con unos cuantos bichitos que, acostumbrados a la domesticada España, nos han dejado recuerdos inolvidables.


En Australia estuvimos en las (para nuestra sorpresa) gélidas aguas del arrecife Nigaloo. Allí nadamos junto a unas simpáticas tortugas y vimos todo tipo de peces de colores, aunque no encontramos a Nemo.



En Coral Bay teníamos intención de nadar junto al tiburón ballena, pero por desgracia ya había pasado la época en la que esos colosos nadan en aquellas aguas. A cambio, pude nadar tras las MANTARRAYAS. El bichito es tan inmenso que primero lo localizan con un avión, y luego un barco se dirige hacia el lugar donde fue avistado. Las mantarrayas llegan a medir 7 metros de envergadura y pesan hasta 1400 kilos. Se alimentan de plancton y, debido a su tamaño y la dureza de su piel, prácticamente no tienen enemigos naturales. Debido a mi poca pericia con las aletas de snorkel, y a que había una fuerte corriente, no pude resistir mucho tiempo el perezoso (para ella) ritmo de la mantarraya, así que tras un rato maravillado con su ballet acuático, me quedé atrás. En ese momento pasó por debajo mío un TIBURÓN de unos dos metros. También le seguí durante un par de minutos, pero este corría más todavía, así que pronto le perdí de vista.

En la Polinesia estuve nadando entre 10 o 12 RAYAS de aguijón (stingray). Estas además de ser de una familia distinta (pertenecen a la familia de los tiburones) a la de las mantarrayas, son más pequeñas y mucho más peligrosas. Suelen esconderse bajo la tierra en aguas poco produndas, y si se sienten atacadas pueden utilizar su cola a modo de látigo para incrustar un aguijón venenoso que puede llegar a ser mortífero. Estas rayas son las mismas que el día de nuestra llegada a Australia mataron a Steve Irwin, un auténtico mito en el país.
Por suerte, no suelen utilizar esta defensa salvo que se sientan muy amenazadas... es usual que la gente las de comida, y ellas se apelotonan alrededor mansamente. Yo no me acerqué a más de un metro porque estaba sólo y me daba mal rollito que pasara algo, pero fue más que suficiente para que no lo olvide en la vida.


En el Oeste de Australia, a la altura del cabo Naturaliste divisamos a varias ballenas Humpback en su migración hacia el Ártico. Daban constantes saltos acrobáticos fuera del agua. Estas ballenas son las más saltarinas de todas, y tanto sus acrobacias como el estruendo de sus inmensos cuerpos de 16 metros chocando contra el agua, que se podía oír desde varios kilómetros de distancia, es uno de los espectáculos de la naturaleza que más anonadados nos han dejado.

En Monkey Mia los defines de nariz de botella acuden todos los días desde el océano para que los rangers les den comida. Pese a que viven en libertad, no suelen faltar a su cita. Es apasionante ver cómo los sonrientes delfines nadan delante de tus tobillos!



En Monkey Mia también había muchos pelícanos.





Tanto en Western Australia como en Nueva Zelanda es bastante común encontrar granjas con ciervos y alpacas.





Cuando conduces por el Oeste de Australia, hay que ir siempre con mucha atención, puesto que no es nada extraño que se te cruce un inmenso canguro por delante. Nosotros estuvimos a punto de atropellar a un par de ellos.

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Nuestros tropiezos con serpientes no han tenido malas consecuencias, por suerte. Un día en Chiang Mai, cuando pasábamos por delante de un pequeño árbol, una serpiente de un metro pasó volando por delante de mis narices y cayó a mis pies. Afortunadamente no le apeteció morderme y salió disparada a esconderse tras un arbusto.
En Australia nos cruzamos con una serpiente en medio del camino, pero ignorábamos si era venenosa. Igual nos pasó en Birmania al ir a ver a las tribus de las montañas, cuando nuestro guía se pasó todo el camino de vuelta atemorizado pensando que una serpiente que pasó al lado de su pie le había mordido.
También en Australia estuvimos en una finca cuyo proyecto era la recuperación de la pitón, que está en peligro de extinción en la zona.



En la isla Rottnest nos sorpendimos con unos simpatiquísimos marsupiales: los quokkas.
En la selva de Tailandia padecimos a las sanguijuelas y vimos monos y cocodrilos.
También vimos monos en Camboya y en otras zonas de Tailandia, como Lopburi y Krabi.
La mariposa más grande que hayamos contemplado en nuestra vida la encontramos en Nannup.
Las arañas, como las cucarachas, las encontramos en multitud de lugares.



Aunque no hemos estado en África, hemos visto ñandúes en Chile, y emúes en Australia, que son clavaditos a los avestruces.

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Nuestro bichito favorito: el diablo cornudo (Thorny Devil) que sale a recalentarse en el asfalto de las carreteras al atardecer.



Vimos al cóndor sobrevolar nuestras cabezas durante cinco días en las Torres del Paine. También le vimos volando sobre el glaciar Spegazzini.



En Nueva Zelanda estuvimos a un paso del simpático Kea, el único loro alpino del mundo.



Por supuesto, hemos visto muchas vacas.



Y lo que más hemos visto: muchas ovejas, ovejas, ovejas, ovejas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joper, me dais envidia. he viajado, pero no como vosotros.

Las fotos, geniales!