Chile. Torres del Paine

Ya regresamos de las Torres del Paine.


Las Torres del Paine.

Allí hemos pasado 5 días (y 88 kilómetros) caminando por el parque natural más famoso de Sudamérica. El circuito tiene mucho de mito y, como muchos de los lugares míticos del planeta, pierde un poco de su encanto por la gran cantidad de gente con la que te cruzas en algunos tramos del recorrido. Aún así, merece la pena por los impresionantes escenarios que se pueden contemplar. Los que más nos impresionaron fueron el glaciar Grey y las propias Torres del Paine.

El glaciar Grey es una lengua del inmenso Campo de Hielo Patagónico Sur. Acercarse a él y ver los témpanos que flotan sobre el lago Grey es una experiencia única.


Los tres brazos del glaciar Grey.


Al fondo, uno de los tres brazos del glaciar Grey.

Las Torres del Paine son tan grandiosas que casi eres incapaz de darte cuenta de su inmensidad. Sólo la parte vertical de la Torre Central mide 1000 metros. En España, el Naranjo de Bulnes, que ya es impresionante, “sólo” mide 500 metros. En el momento que visitamos las torres, había un equipo de españoles por la otra cara, intentando abrir una nueva vía de escalada. Llevan allí dos meses luchando con la naturaleza.


La joya de la corona: Las Torres del Paine.

El recorrido no nos ha parecido excesivamente duro. Lo que lo hace más agotador es el inclemente tiempo que reina en la Patagonia. Nosotros tuvimos suerte dentro de lo que cabe: sólo nos llovió el primer día (sin parar durante 6 horas de caminata) y nos nevó un poquito el día de Nochebuena. Eso sí, no paró de soplar un fuerte viento que a veces parece que te va a tirar al suelo, y que arruinó la mayoría de las fotos que tomé, que salieron movidas.
Raro es el momento en que se pueden vislumbrar los picos de las montañas entre las nubes.






Glaciar del Francés.

Todo en el parque es extremadamente caro, una de las razones por las que es casi imposible encontrarse allí con un Chileno. Hay gente de todo el mundo, principalmente europeos, y los chilenos pasan a ser extranjeros en su propio país. Y lo que es más paradójico todavía: ellos tienen que pagar un 20% más por el alojamiento en los refugios (por los impuestos), que ya de por si tienen un precio desmesurado.
Tras haber estado en Nueva Zelanda, donde todo lo referente a la montaña y naturaleza está tratado con maestría, da bastante rabia llegar a Chile y comprobar cómo, cobrando unos precios inmensamente mayores de los que se cobran en Nueva Zelanda, la gestión que hay aquí es de infinita menor calidad. Aquí se ha dejado casi todo en manos privadas, que utilizan su monopolio para sangrar a los visitantes, y para plantar hoteles de lujo donde uno esperaría encontrar un modesto refugio de montaña.
Otros ejemplos de mala gestión: no existe un servicio público de transporte al parque y la entrada cuesta un dineral (unos 27€) y sólo vale para un único día!!.


Paisaje típico del parque: lagos de color azul turquesa.

No es difícil divisar a los cóndores en busca de presas. El ave más grande del mundo (hasta tres metros de envergadura) volaba en círculo sobre nuestras cabezas cuando se nos iban acabando las fuerzas, como en las películas. Seguro que buscaban un conejo muerto, pero parecía que venían a por nosotros. Desconsolador.



Tras la buena experiencia de Islandia, volvimos a unir nuestras fuerzas con Madri. Una vez más nos mostramos patéticos allende nuestras fronteras: la primera noche nos hicimos unos sabrosos macarrones aderezados con NADA, y cuando les íbamos a hincar el diente nos dimos cuenta de que no teníamos ni cubiertos ni platos donde comer.